Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


Carta abierta amis amigos. Mi silencio

Queridos amigos: Llevo un tiempo queriendo hablar con vosotros para contaros cosas y deciros que estoy bien. Ando cada vez más silenciosa y me cuesta un enorme esfuerzo sentarme a escribir o levantar un teléfono. No me preguntéis por qué porque yo tampoco lo sé: sencillamente, me cuesta mucho.

Miro hacia atrás y veo que en un par de años mi vida se ha vuelto casi del revés, bien porque cambió mi propia realidad cotidiana, bien porque cambió la realidad cotidiana de algunas de las personas que me rodean, bien porque en mí misma han ido cambiando otras realidades más profundas.

Una largo proceso de cambios que me sumergió en mi conocido “cinco otoñal” hace más de dos años y del que me cuesta despegar. Soy consciente de que cada vez me voy un poco más hacia adentro y también soy consciente de que, aunque eso no sea malo a priori, sí lo es en el sentido de que ando un poco alejada de la gente que quiero.

Por eso quería escribiros y deciros que estoy aquí, que “mi gente” sigue siendo lo más valioso que tengo, lo que me alimenta y me da seguridad, lo que más me motiva y me calma en los momentos difíciles o me impulsa con energía desmedida cuando toca estar arriba.

En este tiempo he aprendido muchas cosas, algunas han sido duras, otras han sido dulces, pero todas han sido una bendición.

Os echo de menos a todos y me lleno habitualmente de proyectos y de buenas intenciones: voy a organizar un fin de semana en el lago para mi gente de Requena, voy a llamar a tal, voy a escribir a cual, voy a dar una sorpresa a alguien de Valencia, o de Granada, o de Sevilla, o de Lucena, o de Marruecos ...

Y así, hago planes y planes, pero luego se quedan en nada porque me retrotraigo de nuevo hacia el silencio y caigo en la inercia de la inmovilidad, del letargo.

De verdad que estoy bien, que os echo de menos, que cada uno de vosotros estáis en mi corazón y que con muchos de vosotros tengo algo pendiente anotado en una agenda invisible y que no olvido.

Sé, incluso, que alguno lo ha pasado mal, o lo está pasando mal en este momento, y que otros habéis vivido momentos de inmensa alegría. Sabed que desde mi silencio os voy siguiendo la pista, y vuestra tristeza o vuestra alegría son mías también. Que muchas veces me he sentado a escribiros o he pensado en llamaros, pero al final se me hace una montaña porque no me fluyen las palabras. ¡A mí, que se me han escapado siempre como un torrente, para bien o para mal!

No me siento muy orgullosa de esta actitud, de estos silencios, de esta distancia. Pero, por algún motivo del que hace tiempo dejé de buscar explicación, es aquí donde me encuentro ahora.

Aún así hoy, por fin, he decido, aunque sea tan atropelladamente, que quería deciros que os quiero, que os echo de menos, que os llevo en el alma, que sois el maná que el cielo me regala cada día y del que me alimento.
Como diría una amiga mía del alma que me conoce muy bien: no me pasa nada, solo es que estoy “tontisma”.

A ver si se me pasa esta “tontería” y un día me encontráis en el bar de la esquina, por sorpresa, para invitaros a una cervecita y daros ese abrazo que imagino en tantos momentos o que aparece a veces en mis sueños y que sigue, como siempre, haciendo vibrar mi corazón y dibujando una sonrisa en mis labios como ninguna otra cosa del mundo puede lograr.

Os quiero. Mucho.